Pidió a Gryfflett que lo hiciera, y el joven caballero asistió a un prodigio: cuando arrojó la espada, un brazo emergió de las aguas y se la llevó a las profundidades.

El Rey Arturo ya podía morir. Pidió a su servidor que lo acercara a la orilla del lago, y lo subiera a una barca donde lo esperaban varias damas, entre ellas Morgana –cuyo odio se había desvanecido- y la Dama del lago. La nave partió y se perdió en la bruma que oculta la isla de Avalon, donde aseguran que Morgana curó sus heridas, esperando que se cumpla la profecía que lo hará volver a Britania cuando su pueblo lo necesite...

Sacudiendo mi paraguas sobre la vereda antes del hall de ingreso me crucé con la señora Ernestine, eso empeoró aun más mi mal carácter del día, es que no podía haber perdido esa venta, necesitaba el dinero para un sin número de obligaciones que tenia después del penoso juicio de divorcio con Devora Curtis mi ex esposa y virtualmente dueña y señora de casi todas mis posesiones terrenales, hasta mi viejo Bull Terrier que a último momento prefirió la casa del otro lado de la ciudad y su jardín, que venir con quien fuera su dueño.

En fin hasta mi perro fué ingrato conmigo en el divorcio.

Mientras presiono el botón del ascensor me doy cuenta que un pequeño cartel me avisa que no funciona y eso quiere decir que tendré que subir los siete pisos por la maldita escalera, extenuado y nervioso llego hasta mi departamento busco mi llavero y apenas traspongo el umbral una alfombra de sobres es mi recibimiento, casi todos ellos con cuentas que me reclaman pagar y las que no lo hacen solo me envían publicidad como si yo pudiera comprar algo.

Mientras me saco mi impermeable pienso en la pronta necesidad de dejar de fumar la escalera me dejó casi sin aliento, me quito los zapatos empapados y me arrojo en una de las dos únicas sillas que poseo, presiono el play del contestador y mientras una voz metálica me avisa que estoy adeudando tres recibos y que me quitaran el servicio, el próximo mensaje es de mi empleador que quiere que hoy por la tarde visite la vieja casona del señor Ferguson; esa que tan lejos queda y siempre traté de evitar tasar, como dije antes hoy no era mi mejor día y encontrarme con la señora Ernestine seguro me traería algún problema.

Mientras enciendo la cocina para prepararme un té que me dé un poco de calor, pienso si tengo alguna camisa en condiciones de uso ya que no tengo la menor de las ganas de ir hasta la lavandería.

Tomo la infusión por supuesto amarga ya que ni hablar de ponerle azúcar, el recipiente que hace las veces de azucarera está lleno de asquerosas cucarachas, tengo que reveer todo esto de una vez por todas, pero no tengo la más mínima gana.

Comienzo a desvestirme, una buena ducha me calmará, eso espero, mientras corre el chorro de agua por mi espalda, trato de relajarme un poco, me cuesta pero debo hacerlo.

Trato de no dejar la ducha en malas condiciones, es más, voy a secar el piso y los viejos azulejos, así me olvido por un rato que tengo que ir tan lejos y sin coche a tasar esa vieja casona.

Enciendo un cigarrillo y mientras cierro la puerta escucho con alegría que el ascensor funciona, bajo y ya en la calle, mientras la interminable lluvia sigue cayendo, busco en mi guía que autobús tengo que tomar para llegar hasta donde voy, y una vez más me digo lo tonto que soy, en no haberlo hecho en mi departamento y no en la calle, así solo logro mojar las hojas pero ya está, yo mismo me saboteo la vida diría mi psicóloga.

Bajo del autobús, camino dos largas cuadras para poder hacer la conexión que me llevará a Hamilton Road, consigo un asiento y mientras acomodo mi vapuleado cuerpo miro como pasan las calles por las ventanillas, así de rápido pasó mi vida, dije para mis adentros.

Pasa un buen rato hasta que al fin llego a la dirección donde esta el caserón que debo tasar, lo observo desde la esquina y es impresionante, se destacan sus enormes ventanales, sus balcones, tiene chimeneas, hay altillos y muy en lo alto una llamativa veleta adornada por gárgolas con un visible mal carácter.

Imposible pensar en sus medidas, es grandiosa, busco dentro del sobre el juego de llaves y me acerco a la puerta principal, es enorme y muy antigua igual que su cerradura, pero la llave encaja perfectamente, la hago girar, muevo el picaporte y con un pequeño chirriar se abre, ingreso a una antesala impactante por lo grande y pese a estar vacía de muebles y adornos me llama la atención su magnificencia, dos escaleras llevan hacia la parte alta, pero quiero recorrer toda esta ala, por suerte hay algunas lamparillas y eso me da la luz que necesito.

Recorro los pasillos que me muestran esta casa tan impresionante y mientras recorro evaluando, pienso en sus años y toda la gente que pasó por allí hasta hoy, que los herederos del ya fallecido Sir Heral Ghillerstmit la ponen a la venta. Corredores y puertas, pasillos interminables, salas y lugares de estar, de pronto mi mano buscando la llave de luz en la pared de lo que debe haber sido un recibidor, toca algo mas bien áspero, no distingo lo que será, me apoyo a la pared, hago unos pasos y de pronto siento que las maderas del piso ceden y comienzo a caer y caer.

Cuando logro abrir los ojos, debo haber estado desmayado un buen tiempo, me encuentro en una especie de sótano inmenso casi en penumbras y todavía en el aire el polvillo que debo haber levantado en mi caída. Trato de ponerme en pie pero tengo que hacerlo con sumo cuidado, mi pierna izquierda me duele terriblemente, y mi hombro también, estoy todo sucio y telas de arañas en mi cabello y mi cara, que trato de sacarme con mis doloridas manos, se empeñan en quedarse pegadas a mí.

Hay poca luz apenas distingo algunos muebles, hay muchos de ellos, tropiezo con una banqueta que acrecienta aún más el dolor de mi pierna trato de reconocer este lugar, que por supuesto nunca he visto y mientras mis ojos se acostumbran a la semi penumbra que me rodea pienso en todo el día de hoy y lo que me sucedió desde que me levanté, en fin. Corro una especie de pesado cortinado, y mi asombro me deja perplejo, un fino rayo de luz llega desde una lejana ventana en las alturas y refleja mil brillos distintos sobre el filo perfecto de una hermosa espada, que se encuentra casi tapada por su funda y por el polvo acumulado de años. Me acerco hasta ella como siguiendo un llamado y cuando la toco siento como un estruendo dentro de mí, me caigo, estoy en el piso pero es extraño, ya no siento dolor alguno, todo lo contrario, me siento más fuerte que nunca. Mi mano derecha tiene muy apretada la espada y ella me trasmite cosas. Mi cabeza comienza a sentir rarísimas sensaciones y dentro de mí estallan mil relámpagos vivenciales, siento ruidos como de batallas, escucho voces y gritos, hay mucho humo y llamas por todos lados, me desmayo, eso creo, o no, algo muy fuerte me está sucediendo, me encuentro sudoroso, mi cerebro está muy cerca de estallar.

Todo mi cuerpo se estremece, casi son convulsiones, me llega todo tipo de imágenes, pero como que no son nuevas para mí.

Y de pronto siento algo mágico en mi mano derecha, un poder magnífico casi celestial, me está transmitiendo la espada, y mientras dejo de temblar y el sudor no corre mas por mi cuerpo, voy entendiendo las imágenes, que se me presentan, soy un elegido, entre el fuego y los rayos que surcan el tormentoso cielo comienza a dibujarse una gigantesca figura que me cuesta trabajo reconocer, es que estoy inmerso en algo casi mágico, oigo gaitas, rezos, truenos y todo entremezclado con figuras de grandes batallas y terribles guerreros.

La gran aparición se aclara, un gigante de larga barba y ojos que inspiran temor se me presenta, nos miramos fijamente, y de muy dentro de mí, parafraseo un nombre; Merlín, sí es Merlín, y en mis manos que ahora tienen guantes, tengo a Excalibur, me arrodillo y rezo, estoy así un tiempo, y cuando me incorporo todo esta muy calmo y frente a mí, algo casi inexplicable; una maravilla que monto al instante, un prodigio de la alquimia: metal, bronces y fuego... el sueño de cualquier infeliz mortal.

Se encuentra frente a mí, mientras la toco, siento como que a sido mía desde hace centurias que la he estado cabalgando siempre.

Tengo entre mis piernas la más maravillosa máquina que pueda existir, es la motocicleta, de alguien en verdad elegido, su estructura es preciosa, como el dragón que sobresale de su frente, sus espadas como manillar, el tanque tan precioso y bien adornado, el asiento es cómodo y tiene como apoyarme.

Tengo a Excalibur enfundada en su vaina, estoy montado sobre una máquina hermosa, mi cabeza esta volviéndose loca, yo, yo soy Arturo.

Elfos y druidas se confabularon para que esto pase, y está pasando, yo no soy mas un debilucho con gruesas gafas y lleno de deudas, yo soy todo el poder, que irradia mi espada, soy la continuación de siglos de silencio.

Nada ni nadie puede detenerme, mis brazos se han convertido en armas poderosas y todo mi ser es una conjunción de hombre-máquina. Enciendo el motor y su petardeo se confunde con el de mi corazón, fuerza y sangre se entremezclan.

De pronto todo tiene sentido, el mundo sabrá de nuestra existencia, miles de años tuvieron que pasar para que se produjera esta simbiosis y Excalibur me eligió.

De pronto se desata una tormenta, en el negro cielo se trazan fantasmales figuras, es que hasta el propio mal se ha dado cuenta que ha tomado forma y vida nuevamente el bien y la justicia.

Hay de aquellos que quebranten la ley, seremos su jurado y verdugo, no daremos tregua y todo el mal que azota a la humanidad sentirá mi ira y la de mi espada, mi corcel de acero aplastará sus cráneos y aunque lleve tiempo, la luz del bien iluminara la tierra, pero, triste mortal que estas leyendo estas viejas hojas de gastados pergaminos, eso será otra historia que ya en otra ocasión he de contarte.

Busco en sus alforjas, hay algo de queso y vino, para que más, estamos los tres juntos y solos, pero unidos por la magia; cierro los ojos y trato de conciliar el sueño, mañana comenzara una nueva vida.

Barri

(Eduardo Barrile) Grupo Custom Rosario

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